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  • Foto del escritorJoselyn Silva

Montaña rusa



Créditos: Wix


Hey.


Llevo varios intentos de hacer una entrada para este su blog de confianza, pero nomás no podía terminarlos. Esperemos que este no sea el caso*.


Ha pasado de todo en las últimas semanas (¿meses?). La mala racha que viene desde abril tuvo otro bache importante en los días pasados y pues aquí sigo, tratando de mantener mi cabeza fuera del agua.


Estuve varios días en el hospital por otro virus respiratorio que complicó las cosas. Aparte del infectólogo entró neumología, cardio, reuma y no sé cuánta gente más. Antes de ello tuve varios síntomas neuropsiquiátricos que no sabíamos de dónde surgían (creímos que el nuevo biológico tenía que ver), pero todo indica que todo es culpa del méndigo virus. Y es que ya me lo había mencionado mi querida reumatóloga: cualquier virus puede resetear el sistema otra vez y generar una secuencia de caos por aquí y por allá. Si a eso le sumamos que es la época en la cual hay montones de bichos respiratorios, pues bueno, caí.


La reuma ajustó algunos tratamientos y ahora alternaremos el biológico con inmunoglobulinas para frenar las enfermedades pero sin que mis defensas bajen tanto. Es una lata, pero necesario. Aparte de ello, seguiré unas semanas con los tratamientos de infectología, neumo, cardio y medicina del dolor (entre otros). Porque esa es otra, al desajustarse todo, el dolor se disparó, gracias. Meh, ya pasará algún día.


El cuerpo se queja, duele, protesta.


En enero se cumplirán ocho años de que enfermé. Tal vez venía desde antes, pero fue en enero de 2016 cuando todo explotó y se puso grave. Aún hoy me pregunto si pude hacer algo de forma distinta para no vivir tantas consecuencias, pero evidentemente no hay respuestas. Recuerdo aquellos días con tristeza, coraje, miedo... y todos los matices del TEPT (Trastorno de Estrés Postraumático). Hoy es diferente y en gran medida es por el equipo de médicos que tengo. Ya no me enfrento a tantos "es psicológico", "lo estás inventando/exagerando", "está en tu cabeza", "no es para tanto" y etcétera. Los especialistas que me ven ahora me creen, me escuchan, negocian, me aclaran mis dudas... y algo vital: trabajan en equipo. Mi caso es complejo por todas las enfermedades con las que vivo, los tratamientos que llevo, los efectos secundarios... así que es importantísimo que trabajemos juntos y tiremos hacia el mismo lado. Esta vez fue infectología quien llamó a neumo, cardio y solicitó la visita de reuma.


No sé bien a bien qué siento en estos momentos porque es un enorme revoltijo de cosas. Por una parte me planto frente al huracán sin miedo y le digo que sople, que es hora de ajustar cuentas (como aquel personaje de Forrest Gump); otra se esconde en un refugio improvisado y tiembla con cada sonido fuerte; una más se queda en la playa viendo cómo el mar se le viene encima; alguna otra alterna entre todo. Es complejo de explicar. Por ratos tiro la toalla, pero otros me subo al ring y peleo con todo lo que tengo.


Y sin embargo, como Tommy Oliver, el Ranger Legendario, mi afán de vivir es más grande.


Aún hay mucho por hacer, mucho por ver, momentos que vivir, personas que conocer... y —como me decía Alberto Chimal en algún correo— todo eso puede ser maravilloso.


Pese a que racionalmente comprendo aquellas frases y publicaciones que invitan a ya no extrañar la persona que fui antes de enfermar, el corazón y el espíritu se revuelven. Y es que no es nada sencillo pasar de la cima del mundo a una cama. Sí, soy afortunada en muchos aspectos, lo sé, pero a nadie le deseo esta impotencia y frustración. (Bueno sí, a unos cuantos, pero ese es otro tema). Me duele estar aquí, así; me duele arrastrar a la gente que amo a una no-vida, a un estado constante de ver médicos, ir a estudios, modificar tratamientos, dieta... tal cual, una no-vida, una no-vida en la que el camino está lleno de baches, topes, arenas movedizas, pisos falsos, trampas... como una montaña rusa de madera.


Sé que mis seres queridos me dirán que no es nada, que lo hacen con amor; pero sé que es una friega constante, que ellos también sufren, que también quisieran que todo esto parara. Sé que me dirán que no soy una carga, pero no puedo evitar sentirme así y preguntarme qué pasará el día que no estén (si es que sigo aquí).


Una cosa curiosa: además de mis padres, hermanos y mis mejores amigos, quien me motiva a decir «un día a la vez» es el Zacarías. Veo sus ojos de bolita y su cara chatita y me digo que tengo que seguir por él. Quiero estar en un mundo donde él esté. Eso, un día a la vez, un amanecer a la vez. Y algo más: la esperanza de volver a ver el mar, de leer, escribir, abrazar. Como esta rola:


No quiero la noche, no quiero la calma No quiero el sol cuando acaricia el alba No quiero el otoño ni sus hojas pisadas No quiero el viento cuando roza mi cara

Tan solo verte sobre el mar Me duelen las horas, me duele peinarlas Me duele el mar cuando de pronto se calla Me duele la piel entre las sábanas blancas Me duele el aire del suspiro que acaba


("Pálida luna", de La Oreja de Van Gogh)


Quisiera seguir y escribir más, pero el cuerpo no da, así que aquí le paro.


Si lees esto, gracias.


Para los que me han enviado mensajes, sepan que lo tengo en cuenta, pero de verdad mis esfuerzos ahorita se van a mantener mi cabeza fuera del agua porque todo el cuerpo se agita, se sacude, se pasma y luego se apaga. Pero los quiero y los llevo en mi corazoncito de pollo.


Extra: si dejas un comentario acá abajo, porfa pon tu nombre o una señal de quién eres. Wix sólo te muestra como «Invitado» y pos no está tan padre.


Hasta la próxima.



Jos


...



*Sí fue el caso. Bueno, más o menos. Me tardé unos días en hacerla. (Chale).



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