Un día de primavera, cercano a mi cumpleaños, Pepín y su esposa me regalaron un Power Ranger; un Red Ranger de SPD que se transforma en vehículo. Por la época en la que salió esa temporada yo debí estar en los últimos años de primaria o los primeros de secundaria; es decir, unos 11-14 años.
Recuerdo muy bien ese día. Estábamos en la sala de mi casa, me dieron el regalo y yo lo abrí cuidadosa pero inmediatamente. Toda la familia sabía —y sabe— lo mucho que me gustan los Power Rangers y no era raro que me dieran alguno en fechas como mi cumpleaños, Navidad, Reyes, el Día del Niño o cuando estaba en el hospital. Sin embargo, Pepín y su esposa nunca me habían dado uno y desgraciadamente es el único regalo de ellos dos que conservo; los demás se han ido perdiendo entre mudanzas, robos, descuidos...
Sin hacer a un lado a mi prima, quiero hablar de Pepín. Recuerdo su sonrisa, su risa, su profunda emoción al verme feliz como si me hubieran dado una figura única en el mundo. Es probable que para mí en ese momento fuera otro Power Ranger con el que jugaría un rato y luego lo pondría en exhibición con los demás. Por aquellos días tenía todas mis figuras bien acomodadas en el cuarto por generaciones, colores y favoritismo. No sabía que más de diez años después sería uno de los pocos a los que mantengo cerca, muy cerquita, aquí en mi cueva (estudio). No imaginaba que lo pondría junto al trío en los que basé mis OC, al lado de regalos varios de mamá, del Señor Zorro, mi colección de monedas, las espadas y moneda del Cid, la espada de mi primer Megazord, plumillas de Operus y Orphaned Land, un recuerdito del primer viaje con mi familia, obsequios que me han dado en los congresos, recuerdos de mis viajes, arte de mi tía, sobrina, y hermana; latas de colección de Iron Maiden, autógrafos varios... Sí, todo ello en una de las repisas de mi librero, bien acomodado. No llegué a pensar que un Red Ranger de una generación que no me gusta tanto se convertiría en un anclaje que me sostiene cuando la idea de rendirme aparece.
Como me sucede (y creo que a todxs) a veces, en ocasiones me da miedo moverlo de más. Temo que se rompa. Sé que es irracional porque tampoco es como que vaya a jugar súper rudo con él, pero está presente cierto... cómo llamarle... como si quisiera congelar el tiempo y el espacio para que no sigan avanzando. Ya no quiero contar más meses ni años de ausencia, aunque sé que no puedo hacer nada contra ello. Tener a ese Ranger aquí tan cerca, igual que la foto que les decía en una entrada pasada, me ayuda a que esa ausencia no cale tanto, como si parte de Pepín estuviera en esa figura. Y algo así ocurre: cuando lo veo me acuerdo de él, de su risa, de su «A ver... ¡Wow! ¡Mira cómo hace! Está padrísimo...»; llega a mi percepción su aroma, el brillo de sus ojos, su camisa impecablemente planchada, el sonido de su risa, su abrazo.
En alguna entrada compartía cuando falleció el rector de la Ibero Ciudad de México. Hicieron una misa no por su muerte, sino en celebración por su vida. Y es una de las cosas que me ha recomendado mi terapeuta: no centrarme en la muerte de mi hermoso, sino en su vida: en lo que aprendí de él, lo que apreciaba en él, los momentos que pasamos juntos, las veces que me hizo reír o lo hice reír, las fotos que nos tomamos, las fiestas, las reuniones, los mensajes... Las lágrimas que brotan son distintas.
Está bien llorar, está bien extrañar a les que se fueron, está bien preguntarnos por qué; tantos y tantos porqués, pero no hay que quedarnos ahí. Me ha costado entenderlo y aún más hacerlo. Tras platicar con mi terapeuta, algunxs amigxs y mamá quiero cambiar el chip: no centrarme solamente en la muerte, sino en qué voy a hacer para celebrar su vida y, para empezar, tengo que vivir y sobrevivir. Es difícil y a veces aparece el sentimiento de querer rendirme, pero no me voy a dejar; no pienso tirar la toalla ahora que estoy mucho mejor (a comparación de los tiempos malos), ahora que tengo la fuerza, la energía y la voluntad —sobre todo esto último— para cumplir mis sueños actuales y pasados.
Voy a seguir preparándome en literatura, psicología y enfermedades autoinmunes para llevar a cabo la que he forjado como mi misión en esta tierra: ayudar a otrxs pacientes crónicxs. Todavía me falta definir bien los qués y los cómos, pero ahí voy, poco a poco. Mis viejos nos han inculcado el espíritu de servicio (algún día les contaré por qué) y sé que, junto con mis hermanos, otros miembros de la familia y algunxs amigxs podré llevar a cabo dichos sueños en pro de otrxs enfermxs.
También voy a hacer todo lo que esté en mis manos para estar cada día mejor. He ido aprendiendo a reconocer las necesidades de mi ser —cuerpo, mente y espíritu— y eso me ha permitido organizar mis tiempos, espacios y actividades. Sé que habrá días patata, días de gloria, otros término medio... Sé que dependo de muchos elementos, pero como les digo, la voluntad ahí está y es algo que me hacía falta. Como dice mamá, acordándose de lo que un día le dijo mi psicóloga, he empezado a regresar. Tal vez nunca logre volver a como era antes de enfermarme, pero puedo alcanzar otro nivel de bienestar en comparación con los días negros y llenos de porquería; puedo recuperar la fortaleza para pararme en un punto y que sea imposible quitarme. Estar en una cima del mundo distinta, así sea un montoncito de tierra: va a ser mío y sólo mío.
Y saben, les creo a mamá y a M. Por contarles algo, ya cerré Anatomía y Fisiología (*llora*). El Maestro nos animó a hacer una mini presentación relacionada al contenido visto usando las aplicaciones 3D que nos ha enseñado. Tenía miedo. Miedo a mis fallas de memoria, dicción; a que no se entendiera lo que trataba de decir, a que se trabara la máquina... En fin, miedos irracionales, pero que ahí estaban dando lata. Y entonces me acordé de Impro («Aviéntate y mientras caes ves qué haces») y una frase en el consultorio de la reumatóloga: «Si te da miedo, hazlo con miedo». Y pues me aventé. Les platiqué sobre la encefalomielitis miálgica, mostré lo que había en la app y compartí las redes de Millions Missing por si querían más información. Varixs compañerxs y el Maestro mandaron emoticones de aplausos y él añadió que lo llenaba de orgullo (*grita*). Al final, en el cierre, me recordó que soy brillante (*vuelve a gritar*). El que alguien tan chingón me lo dijera llenó mi corazoncito de orgullo y satisfacción; no porque el resto de mis compañerxs sean menos, sino porque me recordó tiempos pasados en los que Maestrxs, compas, amigxs y gente random me hacían cumplidos similares. Creo que un pedacito de quien era se quedó ahí latente, esperando el momento de salir y explotar... y lo hizo ahora.
Anoche, terminando la clase, me acosté con una sonrisa de oreja a oreja y hoy fue lo primero que les conté a mis viejos. Sí, estoy empezando a regresar paso a pasito.
Pienso que a Pepín le daría gusto y que me apoyaría en mi sueño de ayudar a otras personas como él o como yo, como tantxs amigxs que he ido conociendo en estos años; desde la banda de Millions Missing, poetas asombrosas —esperen pronto publicaciones al respecto—, compas que ya estaban presentes pero que un día enfermaron como yo, gente que no sé de dónde salió y que llegó aquí o a mis redes... Pienso que me animaría, se reiría de felicidad y me recordaría cuánto me quería. Y creo también que me aconsejaría como lo hizo tantas veces —aunque en su momento no lo entendiera por ceguera, necedad o inmadurez— para tener los mejores resultados.
Así pues, hoy decido vivir, sobrevivir, resistir, persistir, servir y ayudar en su memoria. Hoy —y en los días subsecuentes— abrazo el Power Ranger que él y P. me regalaron aquella primavera en una suerte de decirle que nunca de los nuncas lo voy a olvidar y que siempre lo voy a llevar en mi corazón. No sé qué me depare el destino (si es que existe tal cosa) o la vida, pero le pido al Cielo tiempo, recursos y fuerza para poder ayudar así sea a una sola persona en memoria de mi hermoso.
Sin más, les comparto dos cosas: uno de mis poemas favoritos de Mario Benedetti, que repetí mil veces cuando falleció y una canción de Monsieur Periné. El primero dice algo que amo:
«no creas nunca creas
este falso abandono.
Estaré donde menos
lo esperes
por ejemplo
en un árbol añoso
de oscuros cabeceos.
Estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra»
Pepín nunca se fue y no se irá; es un falso abandono y podré hallarlo en las cosas que amamos o detestamos juntos, como el chayote cocido (¡guácala!), la comida de Mina, lo bonita que se ve siempre mamá, la música de mariachi, las visitas médicas, los perros o los molletes. (Psst: ¿ya leyeron el cuento que le dediqué? Pueden verlo aquí).
Y la rolita de Monsieur Periné es un acercamiento distinto a esas pérdidas, ahora que se acerca el Día de Muertos. Les dejo la letra y pueden ver el video dando click en el título.
Adiós, adiós, adiós Tus ojos me miran a través del tiempo Vuelvo a recordar El viejo perfume que traías puesto
Adiós, adiós, adiós Te ofrendo mi canto que arrulla tu cuerpo No tendré que llorar Hoy saldré a celebrar tu día de muerto Preparo tu altar
Cempasúchil florecerá Un jardín de colores y olores se vestirá Cempasúchil mío serás Y el otoño en noviembre por siempre, nos reunirá
Adiós, adiós, adiós Dulce calavera con tu nombre puesto En tu altar copal Tu foto, tequila con un pan de muerto
Adiós, adiós, adiós En mi sigues vivo pero estas tan lejos No me veras llorar Hoy saldré a celebrar tu día de muerto Me pongo a cantar
Cempasúchil florecerá Un jardín de colores y olores se vestirá Cempasúchil mío serás Y el otoño en noviembre por siempre
¿Dónde van los que se irán? ¿Se irán bailando al más allá? Un beso con la tierra Un pacto con la oscuridad ¿A dónde van, a dónde irán? Detrás de ti eternidad
Cempasúchil florecerá Un jardín de colores y olores se vestirá Cempasúchil mío serás Y el otoño en noviembre por siempre El otoño en noviembre por siempre Y el otoño en noviembre por siempre Y el otoño en noviembre por siempre Y el otoño en noviembre por siempre Florecerá Florecerá
Gracias por leerme. Significa mucho.
Les mando abrazos y harto amor.
Jos
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