
¡Albricias! Sigo viva.
En otro momento tal vez (seguramente) no hubiera pensado que escribir este post sería posible, pero lo es. No recuerdo con exactitud el día, pero este enero se cumplieron dos años de mi último internamiento por una crisis. DOS AÑOS.
Aquella vez fue por pancreatitis. No fue tan severa como otras ocasiones, pero el hecho de que me hayan internado me hablan de que a) tenía mucho dolor, b) las enzimas (amilasa y lipasa) estaban elevadas, c) posiblemente la proteína c reactiva también estuviera elevada, y d) tenía dificultad para alimentarme.
La pancreatitis autoinmune era lo que más me mandaba al hospital. Decir que era una vez al mes no es ninguna exageración; tiro por viaje estaba internada con mucho dolor, náuseas, vómito y otros tantos síntomas. Ya sabía lo que pasaría: ayuno, hidratación y esteroides para desinflamar. Pasadas unas 36 horas me darían dieta líquida y me dejarían salir cuando tolerara la dieta blanda, las enzimas hubieran regresado a lo normal y ya no hubiera náuseas o fueran mínimas.
[Anécdota random: alguna vez me internaron por pancreatitis o lo que creíamos que era solo pancreatitis. Eso fue un domingo o un lunes. Como para el jueves seguía con náuseas, el doc solicitó una tomografía y oh sorpresa, ¡apendicitis! Háganme el bendito favor… Me operaron a medianoche y regresé pachequísima preguntándole a mamá qué había en Bolivia. No la dejé dormir esa noche al estarle preguntando tontería y media. Perdón, jefa. Ya, fin de la anécdota].
A nadie le deseo el dolor que da una pancreatitis. Aun cuando mi umbral de dolor ha ido subiendo, recuerdo que me retorcía de los dolores y nadie sabía qué ocurría, hasta que el nefrólogo que atendió a Pepín nos orientó. Dado que el dolor se tiraba hacia los riñones, creímos que iba por ahí, pero el doc dijo que no. Siempre le estaré agradecida porque fue honesto. Admitió que mi caso no correspondía a su área y me derivó a gastro y a ortopedia. Ese mismo día mi gastroenterólogo me revisó y tadá, era páncreas. Una resonancia magnética nos indicó que la cola del páncreas estaba inflamada (E en la escala de Balthazar, si no mal recuerdo) y de inmediato ayuno, hidratación y a desinflamar.
Eso fue como por 2017. Hoy puedo decir que en enero del 2020 fue la última crisis que ameritó ir al hospital. Claro, ha habido crisis más chiquitas en las que he tenido que ir a consulta, pero nada comparado con las anteriores. Y también porque he aprendido a conocer mi cuerpo y cambié mi dieta.
Desde julio de 2019 sigo una alimentación basada en plantas (como había querido desde hacía bastante, pero no tenía luz verde de ninguno de mis médicos) y santo remedio; además de las implicaciones éticas (que eran mi motivo principal de querer ser vegana —lo cual no solo se reduce a la alimentación—), me ha venido muy muy bien. Claro, consumo una proteína vegetal para asegurar mi ingesta de proteínas y en cada chequeo revisamos que todos los niveles estén bien, pero prefiero mil veces tomar algo adicional, como vitamina D (también apta), que volver a consumir animales. (Ciertas cosas no las puedo evitar, como la grenetina en algunas cápsulas, pero son las menos).
(Amigos, no comida)
Además, he aprendido a reconocer cuando algo no anda bien y me tomo un día o dos solo con suero oral, de forma que dejo que mi organismo se estabilice otra vez. Luego ya estoy como si nada. Obviamente aun con la dieta basada en plantas no abuso de las grasas y los irritantes (como comer taquitos de pastor, enmoladas o hamburguesas), pero naturalmente es muy distinta la grasa vegetal que la animal.
Ha sido un camino complicado, cansado y desgastante, pero hoy canto victoria. Hoy puedo mirar hacia atrás y saber que todos esos días de dolor, vómito, náuseas, incertidumbre, ansiedad… todo eso ya no volverá. O al menos no con la intensidad de antes.
Otro punto es que hoy consumo la medicina meramente básica. Llegué a tomar unas treinta y cinco pastillas AL DÍA, además de los rescates, el biológico y cuanta cosa se añadiera. Cómo no se jodieron mi hígado y riñones no lo sé. Hoy solo uso un medicamento de endocrino, dos de reuma, dos a tres de psiquiatría, dos que me dejó el algólogo y dos de vitamina. Es todo. Honestamente no pensé que llegaría a esto. Se siente bien mirar el pastillero y recordar hasta con risa cuando tenía que usar dos o hasta tres porque tantas pastillas no cabían en uno solo.
Sirva esta entrada como enlace a la que vendrá, en la cual quiero dedicar un espacio a todos los profesionales de la salud que me han ayudado, apoyado y literalmente salvado mi vida. Como apuntaba en la anterior, hoy puedo decir que estoy bien y aun cuando el cuerpo a veces no jala como debería, no se compara en absolutamente nada a cuando era una plasta tirada en la cama tan débil y adolorida que ni siquiera me era posible levantar las cobijas para ir al baño; a cuando no toleraba siquiera que me tocaran porque el dolor era insoportable, a cuando la depresión me llevó a no querer seguir (y a intentarlo…).
Hoy gracias a un montón de personas y de factores canto victoria y vuelvo a decirle a la muerte: «todavía no». Tengo mucho por hacer y así sea a paso a pasito, seguiré avanzando. (¿Alguien dijo «posgrado»?).
Les abrazo suavecito compas. Por favor cuídense y no sean covidiotas. Aunque Ómicron es «menos letal» aparentemente, no deja de ser peligroso. Quizás a ustedes no les pegue tan duro, pero si tienen familiares, amigxs, vecinxs, compañerxs de trabajo que tengan factores de riesgo o estén inmunosuprimidos ese «menos letal» puede convertirse en «mortal». Tal vez yo no sea quién para juzgarles porque también he sido covidiota un par de veces (fui al examen de maestría de mi mejor amiga y a comer), pero hay de idioteces a idioteces. Si realmente quieres a tu familia y amigxs, no seas pend*jx, tal cual; si no te importa tu vida, muy tu bronca, pero no te lleves contigo a lxs tuyxs.
Ya, lo tenía que decir. Penosamente gente cercana se está comportando de forma muy estúpida. Lo dicho, si ellxs se quieren morir, allá ellxs; lo que no está bien es que nos pueden llevar a varixs entre las patas y o no se dan cuenta o les vale madre. Es una ruleta rusa: nos podemos contagiar o no; y si nos contagiamos, otra ruleta: leve o grave.
Cuidar a lxs tuyxs es un acto de amor. Si eres covidiota tu mensaje es claro: no nos quieres.
Les abrazo. Por favor cuídense, extremen precauciones y apoyen a los sectores vulnerables en la medida de lo posible.
Dice el Zack que les manda pelitos ahora que empieza la temporada de alergias. Es gato, qué quieren, es medio cábula.
Jos
[Wix está siendo un reverendo caos y no me permite ajustar varias cosas, entre ellas los comentarios —que usualmente desactivo en lo que encuentro el widget que necesito—, por lo que estas entradas las he estado haciendo desde la app para celular. Por favor de momento no hagan ningún registro ni realicen comentarios; no sé cómo fluya esta cosa. Si desean comunicarse conmigo pueden usar la pestaña de «Contacto» o bien por medio de Instagram (que es la red que tengo más activa porque eso también ha sido un caos) en @josdarkdragon. ¡Gracias!].
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