[Había puesto una imagen, pero el sistema está haciendo cosas raras. Déjenme lo intento arreglar y lo pongo bonito otra vez]
¡Albricias! Sigo viva contra viento y marea.
Ha pasado de todo en los últimos días; noticias buenas, no tan buenas, fantásticas, y un tanto sacudidas.
La semana antepasada tocaron estudios de imagen para ver el avance de la EA y revisar si había alguna lesión que estuviera comprometiendo los nervios y que derivara en el dolor que tengo. Afortunadamente, aunque hay pequeñas lesiones, no es nada grave; aún no se requiere de procedimientos más invasivos, sólo control, como todo.
Sin embargo el dolor ha estado dando mucha lata. No sé por qué, pero se disparó en la sacroilíaca derecha, brazo izquierdo, tobillos, empeines y muñecas. Por todos lados, básicamente. Dormir es a veces una tortura; bueno, corrijo, «dormir», porque realmente no duermo, sólo estoy en cama viendo pasar las horas girando, subiendo, bajando, molestando al gato...
Les digo, no sé por qué.
Mi querido algólogo revisó los estudios y me ofreció varias opciones para controlar el dolor. La primera era el ya conocido bloqueo profundo en su consultorio. La segunda, un procedimiento en quirófano. También se habló de mandarme a rehabilitación. Todo en aras de que ya no tome tanto medicamento y claro, que el dolor se mitigue.
Decidimos ir paso a paso, así que la elección fue el bloqueo en consultorio en hombro izquierdo y sacroilíacas. Como siempre, ahí voy de curiosa. El dato random de esta vez fue que la aguja medía 10 cm. Y así dolió. Auch. El doc pone anestesia previa para que no sea tan malo, pero aun así duele y se siente raro; «como calambre» dice él y pues sí, más o menos.
Como otras veces, salí pacheca jiji; no tanto como la vez de la cacatúa, pero lo suficiente para reírme a lo menso. Aaaunque como fue más profundo el dolor era más intenso. Mamá me puso hielo y gel y bajó un poco, pero no pude dormir.
Ya el dolor del bloqueo está controlado. El otro ahí sigue, pero al menos puedo trabajar por ratos. Y es que la vida no para. Las clases, la chamba, la lluvia de mensajes... todo sigue su curso aunque una sea un bulto de patatas.
Todo esto para reflexionar un poco sobre ese malestar común en enfermxs crónicxs.
Como señala el Dr. Marcelo José Villar en su libro Qué es el dolor, la historia del dolor y sus tratamientos se remonta a la Antigüedad, con Aristóteles, Galeno y compañía. No haré aquí un resumen (aún) del libro, pero es una buena guía para empezar a abordar el tema.
Si nos vamos con los estoicos, la corriente nos diría que hay que aguantar vara. Otras líneas hablarían del castigo de los dioses y, si nos adelantamos al cristianismo, tenemos a Adán y Eva recibiendo la condena del trabajo y el dolor. Otras culturas piensan o pensaron algo similar, pero eso lo dejaré para después.
Parecería que hoy día esas ideas están desfasadas y superadas, pero no es así. Frases como «todo pasa por algo», «dios le da sus peores batallas a sus mejores guerreros», «dios sabe por qué» y un largo etcétera nos dan razón de que se sigue pensando en un destino inamovible, una línea que debemos seguir para alcanzar lo definido por dios, la Virgen o vaya a saber quién o quiénes.
El problema de dicho pensamiento, a como lo veo, es caer en el extremo estoico puro: aguantar, aguantar, aguantar sin hacer nada al respecto. No es vida en ningún sentido. Como señala mi doc, «vivir sin dolor es tu derecho» y lo creo, así como son derechos una vivienda, el acceso a servicios de salud, el esparcimiento, un trabajo digno, etc.
Desafortunadamente en México carecemos de un servicio de salud efectivo que permita a todxs les pacientes crónicxs vivir sin dolor, por lo que debemos buscar opciones particulares, como mi algólogo. No es tan barato y por tanto no es tan accesible a todos los bolsillos, pero insisto, algo se debe poder hacer. Les dejo aquí abajo sus datos para que puedan contactarlo y les pueda asesorar; él es el experto.
Recuerdo que la primera vez que lo visité, como he contado en otras ocasiones, nos dijo que nos habíamos tardado demasiado en ir a verlo y sí. Justo yo tenía un pensamiento más estoico de resistir la vida que me había tocado y ya me había resignado a vivir así; pero llegó un punto donde de verdad no pude más; sentí que me moría de dolor. No dudo que haya quien en efecto haya fallecido por dolor físico (del emocional luego hablamos). Yo pude estar en ese grupo, pero encontré a mi doc y es algo que siempre agradeceré.
Esta entrada está un poco desorganizada porque la hice en varias partes; por eso lo dejo sólo como notas (como en otras «Notas» que he hecho aquí en el blog), pero lo hago con amor y sobre todo buscando que alguien se entere de que hay opciones para vivir sin dolor, o al menos con un menor dolor.
Cuando subo a redes fotos de mis procedimientos, como el bloqueo, hay de todo: banda que no me pela, otrxs que pasan de largo, unxs más que sólo dejan un corazoncito o un «me importa» y les que comentan desde michis lindos hasta abrazos y fuerza. A los últimos dos grupos les agradezco porque se avientan todos mis textos, las fotos —que pueden ser rudas— y les más se mantienen pendientes de mi evolución. Hay un amigo muy querido que me nombra «la guerrera de las mil batallas» y se siente muy bonito, porque lo soy.
Dentro de la familia, cuando mamá les enseñó las fotos, varixs lloraron o se shockearon. Creo que no se imaginaban cómo son los bloqueos y muchxs me han dicho que no pueden ni imaginarse el dolor uno, de la enfermedad; y dos, del procedimiento. Y es que sí duele. No quiero asustar a nadie que vaya a someterse a un bloqueo, pero tampoco se trata de mentir. Al principio me causaba miedo; hoy ya es algo normal en mi vida que puede ocurrir cada par de semanas, cada mes, cada tres meses o incluso cada año. Esta vez a ver cuánto dura.
Nadie debería vivir con dolor crónico. Nadie debería resignarse a «vivir» a medias aguantando vara y forzando el cuerpo a jalar pese a todo. Es utópico, lo sé, porque la vida está llena de lesiones, enfermedades congénitas y adquiridas, contagios...
¿El dolor forma parte de la naturaleza humana?
¿Realmente se puede vivir sin dolor? ¿Seguiríamos siendo «humanos» si eso pasara?
¿Es, como se pregunta también el Dr. Villar, una emoción, un síntoma, algo más o todo a la vez?
¿Hasta qué punto debemos «aguantar» antes de recurrir a unx especialista? ¿Cómo se decide qué camino seguir?
Demasiadas preguntas que dejaré para la siguiente parte de esta entrada. (Prometo darle continuidad).
Sin más, les dejo los contactos de mi algólogo y unas fotos del bloqueo. Como dice Jennifer Brea, la directora de Unrest, documental del que ya he hablado, lo comparto porque «alguien tiene que ver esto». Y en este caso, alguien puede enterarse de que vivir sin dolor es un derecho.
Pueden encontrar al Dr. José Pedro Martínez en la Clínica Seneca, en Polanco, CDMX. Su página es:
Ahí pueden encontrar los teléfonos para hacer una cita. Si está en sus posibilidades, vayan. Se puede tener [una mejor] calidad de vida.
Como otras veces, voy a desactivar los comentarios. El cuerpo simplemente no me da para buscar el widget que necesito para que comenten sin registro.
Fotos del bloqueo.
ADVERTENCIA: EL CONTENIDO PUEDE RESULTAR SENSIBLE PARA ALGUNAS PERSONAS. SE RECOMIENDA DISCRECIÓN.
Cuídense, compas.
Les quiero bien.
Jos
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